miércoles, 11 de octubre de 2017

BARCELONA ERA UNA FIESTA: UTOPÍA DE LA LIBERTAD, REALIDAD DE LA TRANSICIÓN

Barcelona era una fiesta (Underground 1970-1980). Director: Morrosko Vila-San-Juan. Entrevistados: Mariscal, Nazario, Montesol, Onliyú, Pau Riba, Pepe Ribas, Marta Sentís, Quim Monzó, Oriol Tramvia, Luis Racionero y Josep M. Martí Font, entre otros. Guión: Morrosko Vila-San-Juan, Roger Roca. Afiche: Estudio Mariscal. Séptimo Elemento / Monsieur Alain / TV3 / TVE. España, 2010. Sin estreno comercial en la Argentina, exhibido dentro del ciclo de cine De Barcelona a Buenos Aires

No soy un experto en política internacional. Y no me siento capacitado para intentar analizar lo que está pasando en Catalunya. Son muchas las variables que están en juego y sólo sé que sé dos cosas. Que estoy de acuerdo con la autodeterminación de los pueblos. Y que la represión enviada desde Madrid a Barcelona entra dentro de lo que entiendo como Violencia ejercida por un Estado autoritario. Cuán cerca o lejos esté ese Estado de la vieja dictadura franquista es algo que, sinceramente, me supera. Y no hace a la intención de estas líneas. 


Tampoco me queda muy en claro qué hizo (o qué quiso hacer) Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, al anunciar la independencia de Catalunya un minuto antes de ponerla en suspenso. A mí, más que a declaración me sonó a declamación, sensación que (obviamente) no comparten ni un poquito los organizadores del festival De Barcelona a Buenos Aires que trajeron al Casal de Catalunya una serie de imperdibles documentales y ficciones centradas en la cosmopolita ciudad capital de la comunidad autónoma catalana. 


El que vimos ayer (y se repite el 13 de octubre a las 19 horas) tiene una profunda relación con los ánimos expectantes que mantienen copadas las calles de Barcelona. Porque el documental de Morrosko Vila-San-Juan aborda (sin tapujos y sin concesiones) el caldo de cultivo que era la Barcelona de los ’70 y los ’80, un lugar y una época en donde la libertad, la creación y el rupturismo bajaron del ideario generacional a los barrios, las plazas, los cuartos y los cuerpos de aquellos hombres y mujeres dispuestos a refundar las costumbres hippies y las prácticas beatniks, abrevando en las coplas y el punk, el cómic underground y la psicodelia. 


Barcelona era una fiesta (Underground 1970-1980) deja en claro que el espectro editorial (desde Ajoblanco hasta Star, pasando obligadamente por El Rrollo Enmascarado y toda la parafernalia impresa que decantaría en El Víbora) fueron hacedores, divulgadores, amplificadores y referentes de una movida cultural anterior y tanto (o más) influyente que la madrileña. La vida en comunas, la conciencia ecológica, la lucha por los derechos de la comunidad gay y de las mujeres, nuevas visiones sobre el sentido de la familia y la autopercepción de género, anticonformismos y anticonsumismos varios, sexo, droga y rock’n’roll. 


Todas banderas que hoy flamean porque ellos las plantaron ayer, haciéndole frente a la represión, a la dictadura, a la crisis económica y un presente gris que los obligaba a pensar que no habría futuro, que la única vida posible era ese aquí y ese ahora que terminó pasando, como (parece) terminan pasando la mayor parte de las revoluciones. ¿Gran éxito compuesto por infinidades de pequeños fracasos? ¿Gran fracaso compuesto por infinidades de pequeños éxitos? No soy quién pueda demostrar cualquiera de las dos hipótesis. 


En las palabras de algunos de sus protagonistas históricos, Barcelona era una fiesta deja entrever que aquella utopía underground empezó a desvanecerse cuando la transición democrática comenzó a dejar de ser transición. Tal vez porque, al haber ido superando sus propios límites una y otra vez, aquella marginalidad se mudó de las periferias al centro, de lo contracultural a lo establecido, de los barrios rebeldes a las zonas de confort burgués. Tal vez porque las utopías sólo sirven para hacernos caminar hacia un lugar mejor; y al establecernos en ese lugar mejor toda aquella teoría idealista, optimista y esperanzadora se vuelve irrealizable, quedando recortada, limitada por una realidad mucho más práctica, interesada y anclada en los límites de lo posible. El largo trecho (¿fatídico? ¿inevitable?) que va del dicho al hecho, de la declaración a la declamación. 
Pero a todos los que estuvieron invitados a la fiesta, la verdad, ¿quién les quita lo bailado? 
Fernando Ariel García

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