jueves, 8 de junio de 2017

EL BAR: EL TERROR EN LOS TIEMPOS DEL TERRORISMO

El bar. Director: Álex de la Iglesia. Protagonistas: Blanca Suárez, Mario Casas, Carmen Machi, Secun de la Rosa, Jaime Ordóñez, Terele Pávez, Joaquín Climent, Alejandro Awada y Daniel Arribas, entre otros. Guionistas: Jorge Guerricaechevarría, Álex de la Iglesia. El Bar Producciones / Atresmedia Cine / Nadie es Perfecto / Pampa Films / Pokeepsie Films. Argentina / España., 2017. Estreno en la Argentina: 8 de junio de 2017. 

Mi viejo tuvo varios bares. Y en algunos, yo laburé (es una forma de decir, claro). Y desde que abrían hasta que cerraban sus puertas, cualquiera de ellos terminaba siendo un lugar de paso y un espacio de encuentro. Desconocidos y parroquianos, amigos y vecinos, ricos y pobres, se acercaban y se ignoraban de manera vertiginosa, caótica en su desbordado orden, en control (o en supuesto control) desde detrás de la barra. Relaciones amorosas, pasiones deportivas, problemas económicos, tensiones laborales, todo junto (y todo separado) en un mismo momento y en un mismo lugar. 


Por eso no extraña que Álex de la Iglesia haya elegido un bar para ambientar El bar, potente hibridación de géneros que es, en el mismo momento y en el mismo lugar, una (negra) comedia costumbrista, un policial de cuarto cerrado, una distopía política, una paranoica relectura de la paranoica ciencia-ficción de la Guerra Fría, una alegoría religiosa (con descenso a los infiernos incluido); y una exploración desmesurada, salvaje, ultraviolenta del alma humana. Una de monstruos, podríamos resumir. 


De todas formas, el hilo que une tantas variantes, que mueve y manipula el destino de los personajes, que increpa y problematiza la moral del espectador, es el efecto del terror en estos tiempos de terrorismo extremista, tan imposible de predecir como letal en su impacto físico y psicológico. Tal vez porque me tocó ver la película poco después del atentado en Manchester, o porque estoy escribiendo estas líneas poco después de los atentados en Londres, Melbourne y Teherán, las peripecias de estas gentes se me hacen inseparables de tan densa y particular coyuntura.


Gentes comunes y corrientes, alguno más facho que otro y otro más perverso que alguno, pero todos buenos ejemplos de la medianía humana general, con sus grandezas y sus bajezas. Gentes comunes y corrientes que, ya inoculados por el miedo, empiezan a desbarrancar, a traicionar sus ideales, a desconfiar del desconocido y del parroquiano, del amigo y del vecino, del rico y del pobre. Desesperados por sobrevivir, dispuestos a sacrificar al prójimo, no sólo cometen los actos más aberrantes. Lo peor es que terminan (o empiezan) justificándolos. 


Como no emite juicio, la película acierta al mostrarlos. Al mostrarnos, porque ¿quién no terminaría haciendo lo mismo si, de repente, encontráramos una salvación que no alcanza para salvar a todos los que estamos encerrados? Yo no puedo levantar la mano, porque ni me animo a pensar qué haría en una situación así. Pero por suerte, para De la Iglesia no todos terminamos siendo la misma mierda. Y esa minúscula llama de esperanza, probablemente, sea la que ilumine el camino de nuestra real salvación. 
Que así sea. 
Fernando Ariel García

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